Lo-cura...



Os voy a contar la historia que nunca debería acabar en final triste. La historia de una loca que se ahorca cada vez que se vuelve cuerda. Esa cuerda de la que a veces se descuelga para bailar sobre cristales -que es mucho mejor que poner los pies directamente en la tierra-. Sonríe y tararea su canción favorita mientras se cura las heridas.
Son ya diecisiete años de ahorcamiento progresivo y todavía no ha vivido ningún momento en el que le falte el aire, que sí que es cierto que el nudo de la cuerda en el cuello cada vez aprieta más.
Si hay algo que le quite el sueño es que a la locura se le llame enfermedad cuando lo que nos perjudica es la cordura. A veces es muy infantil y otras demasiado madura. Unas veces ríe por todo y otras simplemente se derrumba. Es una ANTÍTESIS en mayúsculas. 
Le tiene miedo a ser cobarde y casi siempre lleva mal pintadas las uñas -es un poco desastre-. Sus únicas armas son un boli y un cuaderno. Le angustia la rutina y el paso del tiempo. 
Es como un barco de papel que está hecho para navegar, pero, en cuanto toca el agua, se deshace en el mar. Tiene l pelo compuesto de claves de sol y, de hecho, lleva por bandera la música, la poesía, la paz y el amor.
No ve la vida en colores porque todos están corrompidos, asociados a alguna ideología o algún himno. Le da vértigo estar a la altura de algunas expectativas y, sin embargo, no tiene miedo a volar sobre papeles y cartulinas. No encaja con su alrededor y ella, en sí, es todo contradicción. Pero, sin duda, lo peor es que... 
ella es yo en tercera persona


Clara I.

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