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Mostrando entradas de marzo, 2015

Mira, cariño.

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Mira, cariño, te seré sincera: no he aprendido a querer si no es a mi manera, como tampoco he sido capaz de dejar que alguien me quiera. No puedo concebir el amor como algo que no duela, al igual que no sé jugar sin ser yo la que pierda. Recuerdo que la última vez que aposté por una relación, arriesgué tanto que me perdí hasta yo. Desde entonces vivo tocando el fondo con la esperanza de desarrollar branquias  para no ahogarme en este pozo. Y es que, por suerte o por desgracia, nos acabamos acostumbrando a cualquier circunstancia. Y cuando digo cualquiera, me refiero a estar jodidos por motivos que no merecen la pena. Pero aceptamos esas heridas como prueba de estar vivos, pese a que nos hayan roto. Y lucimos las cicatrices con orgullo cuando alguien más intenta dañarnos como diciendo: "vida, si he sobrevivido a mil guerras, no pienses que voy a dar tan pronto esta batalla por perdida". Y nos curamos un poco para seguir respirando sin que nos queme el aire por no haber pasado

If i were a boy.

-Me han propuesto el reto de (d)escribir cómo sería mi forma de querer si fuese un chico y bueno, he aceptado. Aquí os dejo el resultado.- Tu gesto cuando te quedas embelesada observando las orquídeas, a través del cristal, de cualquier floristería. Eso es lo más parecido a primavera que se deja adivinar en la ciudad, aparte del polen que vistes en forma de pecas. Te escribo esto ahora que alguien ha pintado en el cielo una tormenta, porque al mal tiempo siempre le ha hecho  falta tu cara. Y mi tristeza siempre ha necesitado de urgencia una sonrisa como la tuya, unas manos como las nuestras. Me asomo al balcón donde ya no hay golondrinas. La niebla gris desdibuja la línea del horizonte que separa el cielo de la tierra, y a mí me recuerda a la parte donde empiezan a verse tus piernas, después de que termine tu falda. Si tú quieres, te invito a que te mudes a mi casa. Hay espacio de sobra como para que no nos separe el aire y no distingamos si somos dos, o sólo un sujeto. Y si decides

Nada para impresionar.

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Dice la canción "no tengo nada para impresionar, ni por fuera ni por dentro" y es cierto. Tengo los rizos como la mejor prueba del caos que reina en mi cabeza, que más que amueblada, está en mudanza permanente. Los dedos llenos de tinta para no fallar a mis costumbres; y es que, cuando pueda escribir a boli sin mancharme, aprenderé también a querer sin que acabe en desastre... Y no sé si reír, llorar o encerrarme en mi caja torácica para no salir jamás. Quiero convertirme en  la chica de mente abierta y corazón cerrado, porque cada vez que lo abro, juro que nadie sale ileso. Me convierto en destrucción por cada sitio que paso y en el amor, bueno, mejor no hablemos de eso. No sé besar si no es con los ojos cerrados (como mirando por dentro), ni querer tan poco como para poder expresarlo (si al amor nunca le haría justicia un poema). Tampoco sé llorar sin que duela, aunque sí sé aguantar el dolor sin llorar. Y ya no sé si es tristeza lo que tengo aquí, o son todavía muchísimas

Inseguridades

Tengo la capacidad de caerle mal a 10 de cada 5 personas que conozco. También la de meter todos los sueños siempre en el saco roto y las penas detrás de un cristal blindado. La autoestima a varios metros por debajo del suelo. Las manos  sucias de tinta y vacías de risa. Y también tengo la terrible manía de mirar al suelo cuando alguien intenta cambiarme la vida -como si no quisiese alzar el vuelo-. Tengo más miedos que valentías. No conozco ni la mitad de mis defectos y ya me parecen muchos. No conozco ninguna de mis virtudes. Y rara vez sé lo que quiero. Soy indecisa, inestable, insegura e improbable. En definitiva, soy el error que nunca querrías cometer en tu vida.