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Mostrando entradas de junio, 2014

(Olvi)dárnoslo todo...

No me habléis de catástrofes si no le habéis visto llorar. Ni de ternura si no le habéis abrazado mientras le sentíais frágil, acojonado por el signo de interrogación que le late en el pecho. O todos los interrogantes que le cuelgan de los lacrimales y todos esos miedos en forma de dudas existenciales. Me enamoré de él justo por eso, por la forma que tenía de ver la vida y porque era capaz de reconstruir con caricias. Me enamoré de él por su manera de convertirse en ruinas y, a la vez, resurgir con una simple sonrisa. Estaba claro que era especial. Escondía magia en la punta de los dedos, en los ojos y en la garganta, porque podía hacer desaparecer el mundo entero o desdibujar tristezas, simplemente con aparecer por la puerta. Me enamoré de él porque sabía cómo hacerme sentir grande y, a la vez, pequeña. También por todas las cicatrices que enseñaba sin reparo de que alguien, por eso, pudiese juzgarlo. Tenía la palabra "poesía" en los labios y, cada vez que me miraba, s

De diluvios universales...

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Me preguntó si le gustaba y le susurré al oído "Feo, que por ti no llueve" antes de que nos cayera el diluvi o universal encima. Afirmaciones como ésa no deberían ir nunca entre signos de interrogación porque es una ofensa a preguntas de las que de verdad se duda la respuesta. Llevaba una sudadera verde, del color de la esperanza, y provocando los mismos efectos que fumar marihuana. Con él hasta en las despedidas me entraba la risa porque me hacía cosquillas para, según decía, quitarme el sabor amargo de los besos a medias que me quedaría en la boca después de tener que calmar las ganas con música, como se amansa a una fiera. Tenía una forma de mirar especial, de esas que hacen que te sientas desnuda y, pese a todo, te apetezca bailar. Bailar sobre los bordes de los vasos que sabes que han rozado sus labios. Perder la ropa y hasta la piel si fuese necesario. El caso es que me faltaban siempre más sentidos para poder sentirlo más. Que no bastaba con cinco. Que su parte imperce

Mi revolución...

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Le pregunté: "¿Y ahora qué?" y me respondió: "Ahora tú". Creo que nos faltó tiempo y nos sobraron ganas para rompernos contra una pared -como se rompen los juguetes cuando juegas con ellos una y otra y otra vez-. Los cristales saltaron por los aires para acabar en el suelo, donde acabaron también la ropa y los miedos. Y nuestro alrededor lleno de casquetes de balas usadas; mientras las manos, frías, como si ya estuviésemos muertos, se derretían en caricias -como si fuesen playas vacías en una noche de invierno-. Que si alguna vez alguien pregunta cómo me desangré si no tenía heridas, le diré que fue a base de besos con mordida, que en realidad no es otra forma de decir "acércate más". Como el que te cojan de la mano que significa: "vamos a bailar juntos, todo el tiempo que quieras, tu canción favorita". Pues así era él, con diez proposiciones indecentes por cada una que me hacía y que yo averiguaba leyendo entre líneas. Como cuando decía &qu