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Mostrando entradas de mayo, 2014

Le he preguntado si creía en el amor...

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Hoy le he preguntado si creía en el amor y me ha respondido con un beso en la boca, de esos en los que no sabes si te falta el aire o en realidad te sobra el mundo entero y te importa una mierda lo que pueda pasar desde entonces en adelante. Después, me ha mirado sonriendo y me ha dicho algo así como que marearse deslizándose por todas mis curvas le parece la forma más bonita de combatir el tiempo. Me ha cogido por la cintura y ha continuado susurrándome que, desde que me conoce, ha dejado de luchar por su libertad porque vivir aferrado a mí es para él la mejor forma de matarse. Que los frascos pequeños, además de las grandes esencias, guardan también el veneno, y ha puesto como ejemplo mis labios. Y he temblado. Yo, que hasta ahora buscaba revivir a alguien sin saber lo increíble que resulta que alguien esté dispuesto a dar la vida por ti. Y me he acojonado por miedo a defraudarle. Creo que lo he dicho mil veces, pero no me cansaré de repetir que me dan miedo las altas expectativas. S

Llamadlo "inspiración"...

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-Llamadlo "inspiración" porque escribo al amor sin conocerlo.- Me acariciaba la espalda como un niño que entierra los dedos entre la arena para luego construir castillos con ella... No estaba rendido a mis pies, sino a la altura de mi mirada mientras me incitaba -sonriendo- a romper esas vajillas que no rompimos de pequeños. Tentación personificada con el paisaje bucólico que escondía tras las pe stañas. Perfecta imperfección la que mostraba en cada mueca al morderse el labio inferior, donde tenía tatuada la palabra "poesía" en letras transparentes con textura de saliva. Sonreía y, cada vez que lo hacía, volvía a aparecer una chispa que creaba un incendio interior. "Frena que nos estrellamos" y aceleró. Golpe contra un muro de hormigón. Saltaron los pedazos y después, yo. Las yemas de mis dedos seguían sintiendo que su lienzo era su pecho y joder, qué bonita creación. Tú conduce, que a mí siempre me gustó ir de copiloto mirando por la ventanilla. Eso sí,

-Para compensar ausencias-

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A lo mejor es verdad eso de que solo nos queda aprender a olvidarnos... Que sigo mirando por el balcón esperando verte girar la esquina gritando a voces que te quieres quedar a mi  lado para el resto de tu vida. Qué ilusa. Reconozcamos que nunca se nos dio bien eso de saltar precipicios sin hacernos daño. Quizás de ahí proviene mi miedo a las alturas. Creo el problema es que intentamos ser grandes ante la inmensidad del infinito y ni siquiera conocíamos las constelaciones que escondíamos en la espalda. Y eso que todos los rincones de mi cuerpo tienen pelusas que saben a recuerdo de unos dedos fríos y largos, como las tardes de domingo tumbados encima del capó del coche hablando sobre la existencia y sobre si las mariposas, cuando se enamoran, sentirán humanos apuñalándoles la tripa. Te he echado de menos y he comenzado a temblar. Creo que ya va siendo hora de aprender a olvidar o aceptar la derrota... Clara I.

MICROCUENTO 1

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Salíamos del bar cuando me agarró por la cintura y nos frenamos en seco. Era una noche de esas en las que la luna tiene cara de melancolía y las estrellas brillan más de lo normal mofándose de ella, que necesita del sol para poder brillar.  El frío y el aire era lo único que había en la calle aquella noche, además de nosotros. Sinceramente creo que tenía más frío en la nuca por sentir su respiración, que por el aire que soplaba fuerte a ratos para despeinarnos la sonrisa, si la hubiésemos tenido. Me cogió las manos con dulzura y las apretó suavemente mientras me besaba el cuello, mientras yo besaba el aire con los ojos cerrados llenos de sueños, en plural.  En aquel momento, estar entre sus brazos parecía lo contrario a estar muerta. Sentía su corazón latiéndome en la espalda, cada vez más deprisa, como su respiración. Me giré hacia él y se encontraron nuestras miradas, nos volvimos a frenar. Supongo que vio en mis ojos el gris con el que veo el mundo, porque no volvió a decir nada. Sa

#BORRADOR8

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#BORRADOR 8 Dicen que la cara es el espejo del alma y no es por nada, pero yo últimamente tengo más cara de gilipollas de lo normal. Será que sin musas no soy nadie y ahora que ya no están, voy sin rumbo hacia ninguna parte. No sé escribir nada que no hable de ti, y eso empieza a ser un problema. Me declaro parásito por mi dependencia hacia otra persona para realizar mis funciones vitales. Que yo respiro porque sé que es el mismo aire que el tuyo y veo en ello una acción de llevarte un poquito más adentro. Que bebo porque es la única forma de saciar la sed de labios que tengo y porque mis penas necesitan un baño de vez en cuando para mantenerse atentas a cualquiera de tus pasos. Que mi corazón sigue latiendo con la esperanza de que un día te detengas a escucharlo. Que todo lo que siento es inconexo.  Unas veces me siento idiota por haber empezado a sentir cosas así tan de repente y, sin embargo, otras veces me siento la persona más afortunada por tener la mejor razón de existir. Has

Lo-cura...

Os voy a contar la historia que nunca debería acabar en final triste. La historia de una loca que se ahorca cada vez que se vuelve cuerda. Esa cuerda de la que a veces se descuelga para bailar sobre cristales -que es mucho mejor que poner los pies directamente en la tierra-. Sonríe y tararea su canción favorita mientras se cura las heridas. Son ya diecisiete años de ahorcamiento progresivo y todavía no ha vivido ningún momento en el que le falte el aire, que sí que es cierto que el nudo de la cuerda en el cuello cada vez aprieta más. Si hay algo que le quite el sueño es que a la locura se le llame enfermedad cuando lo que nos perjudica es la cordura. A veces es muy infantil y otras demasiado madura. Unas veces ríe por todo y otras simplemente se derrumba. Es una ANTÍTESIS en mayúsculas.  Le tiene miedo a ser cobarde y casi siempre lleva mal pintadas las uñas -es un poco desastre-. Sus únicas armas son un boli y un cuaderno. Le angustia la rutina y el paso del tiempo.  Es como un