-Para compensar ausencias-
Reconozcamos que nunca se nos dio bien eso de saltar precipicios sin hacernos daño. Quizás de ahí proviene mi miedo a las alturas. Creo el problema es que intentamos ser grandes ante la inmensidad del infinito y ni siquiera conocíamos las constelaciones que escondíamos en la espalda. Y eso que todos los rincones de mi cuerpo tienen pelusas que saben a recuerdo de unos dedos fríos y largos, como las tardes de domingo tumbados encima del capó del coche hablando sobre la existencia y sobre si las mariposas, cuando se enamoran, sentirán humanos apuñalándoles la tripa. Te he echado de menos y he comenzado a temblar. Creo que ya va siendo hora de aprender a olvidar o aceptar la derrota...
Clara I.
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