Mi revolución...

Le pregunté: "¿Y ahora qué?" y me respondió: "Ahora tú".
Creo que nos faltó tiempo y nos sobraron ganas para rompernos contra una pared -como se rompen los juguetes cuando juegas con ellos una y otra y otra vez-. Los cristales saltaron por los aires para acabar en el suelo, donde acabaron también la ropa y los miedos. Y nuestro alrededor lleno de casquetes de balas usadas; mientras las manos, frías, como si ya estuviésemos muertos, se derretían en caricias -como si fuesen playas vacías en una noche de invierno-.
Que si alguna vez alguien pregunta cómo me desangré si no tenía heridas, le diré que fue a base de besos con mordida, que en realidad no es otra forma de decir "acércate más". Como el que te cojan de la mano que significa: "vamos a bailar juntos, todo el tiempo que quieras, tu canción favorita".
Pues así era él, con diez proposiciones indecentes por cada una que me hacía y que yo averiguaba leyendo entre líneas. Como cuando decía "Qué bien te queda ese vestido" y sonreía, queriéndome hacer saber que pensaba "ojalá te dure poco tiempo puesto". O su "¡Vaya, te has alisado el pelo!" que escondía un "Déjame, que yo te lo enredo".
Creo que planeaba cada día cómo desordenarme un poco más la vida. Que es cierto que sin él no hay paz ni tregua; pero también es cierto que, con él, hasta hacer el amor se asemeja a una guerra...

Comentarios

Publicar un comentario

¿Hacemos poesía?